Loulé, Portugal. – En un marco musical diverso y de mestizaje, Loulé, en el sur de Portugal, se abrió al mundo con su Festival MED, en su decimooctava edición. Loulé es parte de la región que se conoce como Algarve y es una pequeña y acogedora ciudad, con una población que ronda por los 70.000 habitantes.
Casi dos años de ganas acumuladas por la pandemia, la música hacía falta. Aunque más que la música, era ese sentido de comunidad que es tan primordial en la convivencia humana. Y en esta ocasión, esta edición no tuvo restricciones como las que limitaron a la acontecida el pasado año.
Había mucha hambre para escuchar música en directo. Era algo muy ansiado no solo por locales, sino también por amantes de los grandes festivales en Europa. Se estima de manera conservadora que un público de 30.000 mil personas asistió a esta edición del Festival MED.
Desde la misma entrada del casco histórico de Loulé, cercado por vallas para la ocasión, uno comienza a saborear ciertos de detalles que distinguen el evento. Al instante de presentar tu boleto físico o digital, unos músicos colgantes ya te dan la bienvenida (ver video).
Los precios de entradas son realmente asequibles. La entrada diaria al evento es uno 15 euros. Si el boleto se compraba de manera adelantada, con 30 euros, usted podría entrar a los tres días. Una familia de cuatro integrantes podía saborear el evento por unos 40 euros por un día.
Muchas tarimas, mucha música
Cuatro escenarios son los primordiales: Cerca, Matriz, Castelo y Chafariz. Movilizarse de una tarima a otra, no resulta complicado ni toma tiempo. Tal vez ir de escenario Cerca al escenario Matriz puede tomarte como diez minutos.
Sin embargo, esto se complica cuando el público es numeroso, como fue el caso del viernes primero de julio y del día siguiente. Las calles empedradas y angostas de la zona histórica de Loulé obligan a uno estar codo a codo con la gente.
Unos baños portátiles bajando por la calle Praça da República y cerca de la estatua del poeta Antonio Aleixo provocaban un amasijo humano y una gran congestión, dificultando el flujo de los asistentes.
La movilidad entre los escenarios es primordial porque hay ocho escenarios adicionales, aparte de los cuatro principales. En una noche acontecen unos 18 conciertos y es improbable verlos todos. Muchos coinciden por un breve intervalo de tiempo y el encanto estriba en ver la presentación de uno por media hora y luego trasladarse a otro.
El programa de Festival MED evade el sonido genérico de la música pop y “mainstream» (convencional) y se refresca con sonidos étnicos en una licuadora de fusión musical. Es la bondad de mestizaje en tiempo donde todavía prima, lamentablemente, la xenofobia, la violencia y el racismo.
El Primer Día: Hay que llegar temprano
Lo ideal es conocer los alrededores y localizar las ubicaciones de las diferentes tarimas (escenarios). Llegar temprano es importante para tener ese dominio de los alrededores y el desconocimiento del área podría provocar en sacarle poco provecho a toda la extensa velada de la noche.
Nuestro primer concierto fue Plasticine a la 8:30 pm, en la tarima Chafariz, que es oriunda de Algarve. Es una banda local y numerosa que todavía busca anclarse en un estilo musical definido, repartido entre géneros como el soul, jazz, rock, funk y afrobeat. Lo que vimos fue prometedor.
De Chafariz corrimos hacia la tarima Cerca para disfrutar de otra banda portuguesa: Criatura. A las 9:30 pm era la presentación y llegamos empezada su presentación. Criatura, con sus bailes, teatro y su injerto de folk renovador, ya dejaba su impronta con su oferta fresca. Fabuloso, Criatura.
Con la incertidumbre de no saber con exactitud donde estaba la tarima Matriz, terminamos dentro del Convento Do Espirito Santo, qué está al lado de la tarima Cerca. Llegar allí tomó unos 2 minutos, caminamos por esta instalación que sirve de universidad y de galería de arte y nos anclamos en su patio.
Y en ese patio estaba la francesa Juliette Serrad con su violonchelo, nos acomodamos en su grama artificial mientras Juliette nos deleitaba por 35 minutos. Serrad golpeaba levemente el cuerpo del violonchelo, hacía de trompeta con su boca y ese aroma denso que se desprendía de las cuerdas de su instrumento nos sedujo.
Mientras tanto, nos perdimos la presentación de los caboverdianos Imaginar Banda Monte Cara en Matriz (ya teníamos una idea de su ubicación). Era nuestra primera lamentación de muchas.
A la salida del Convento, regresamos a la tarima Cerca y allí estaba ya el ghanés Gyedu-Blay Ambolley y su Banda Secondi. El reloj marcaba las 11:15 de la noche y los aires del highlife (una mezcla de música ghanesa y jazz, se pronuncia jailaif) ya estaban en marcha con la canción “Abrentsie.” Aquello fue amor a primera vista y no lo quitábamos los ojos a ese trombón, a esa trompeta, a esos teclados, a las tumbadoras. No le quitábamos los ojos a toda la banda mientras Gyedu-Blay, que con 75 años a cuesta, daba pasos bailables, lentos y elegantes. Mucha clase y memorable.
Soltamos a Gyedu-Blay Ambolley con titubeos y nos dirigimos apresurados al escenario Chafariz. Pues, llegamos a Portugal muy obsesionados con Jupiter & Okwess por haber disfrutado al máximo su álbum “Na Kozonga”. Las expectativas nos arropaban.
A las 12:30 aparecía este gigante de casi dos metros en la tarima; Jupiter Bokondji tiene pinta de un jugador de la liga profesional de baloncesto estadounidense más que de un cantante. Su banda tiene sus orígenes en Kinshasa, República Democrática del Congo. Jupiter & Okwess arrasó y se convirtió en una máquina de baile y celebración. Su afropop era palpitante y espectacular. Faltan adjetivos para describir al carisma de Jupiter y el impacto de la banda, sus guitarristas y su baterista. Inolvidable.
Uno vez más, nos dirigimos a la tarima Cerca, donde estaba también el área de prensa y el punto de encuentro de los comunicadores. El grupo ucraniano GO_ A presentaba su visión tecno folk, una bandera ucraniana a lo alto y nosotros tomábamos un descanso.
El Segundo Día: ¡Bombino não vem! Muita gente.
A estas alturas, ya conocíamos mejor muchos de los entresijos del casco colonial, con sus vestigios moros, cristianos y judíos. Era viernes y el publico no paraba de entrar. Comenzamos a disfrutar de los vendedores ambulantes, de los marroquíes saboreamos las semillas de girasol, unas caipiriñas camino a la tarima Chafariz entonaban el cuerpo. Todo el festival se desarrollaba en un ambiente de mucha seguridad, sin sobresaltos y en una atmosfera amigable.
Unos turistas españoles por aquí, otros del Reino Unido por allá. Y otra vez, vamos a la música, que no era la única actividad artística del evento. Los escenarios se ponían en marcha a partir de las ocho de la noche. Tal vez empezar un poco más temprano podría darle oportunidad al asistente de ver mas conciertos. No pudimos ver todos los artistas del día, el brasileño Johnny Hooker fue uno de ellos. Y como fue el caso de muchos otros.
Teníamos pautado participar en una entrevista con el tuareg Bombino, interprete y guitarrista, pero él no pudo asistir. Y dentro del área de prensa lo único que escuchaba una y otra vez era: “Bombino não vem, Bombino não vem.”
Y como Bombino no vino, perdimos la oportunidad de ver a la intérprete brasileña Mallu Magalhães, quien fue un fenómeno en Brasil hace más de una década y que reside en Lisboa. Otra lamentación. Ella tocó en la tarima Matriz, la más espaciosa de los escenarios. Y cuentan los colegas periodistas que hubo mucho público y entregó un gran espectáculo. A pesar de vivir en estos tiempos de grandes avances tecnológicos, todavía no se puede estar en dos lugares a la vez.
Viviane, nacida en Francia y con sus tenis plateados, continuó el periplo musical. La intérprete y compositora nos recordó que si estábamos en Portugal. Lo que ella define como su “fado mediterráneo” se apoderó de nosotros a partir de las 9:15 de la noche y nos sentimos complacidos en la tarima Cerca. Cuando no cantaba, interpretaba la flauta y el mirlitón, especie de pito o silbido. Sublime y cálida.
Antes de ver a Viviane, nos apresuramos por una media hora hacia el bajista Marco Martins y su grupo Low Profile en el Convento de Espirito Santo. Alli, el jazz tuvo su espacio de expresión y mostró la flexibilidad del Festival MED con la participación de Heiko Blomers, Desidério Lázaro y María Villanueva.
A las 10:15 pm terminaba Viviane su presentación y esperábamos al grupo Electric Jalaba, de Marruecos y Reino Unido, en la misma tarima. La música ganaua se vestía de fusión. El sonido del guimbri y la peculiaridad de las castañuelas de metal mezclada con secuencias pregrabadas del tecno colocaron a los asistentes, de variadas edades, en trance y pura euforia. Electric Jalaba prendía la llama. Enérgicos e intensos.
Como si con Electric Jalaba no fuera suficiente, Bombino, de origen tuareg y oriundo de Níger, África, retumbaba con descargas de guitarras, furia rockera y bluesera en la tarima Chaferiz ya pasada la medianoche. Lo suyo era estridente y vertiginoso, la audiencia no se dejó intimidar y se unió a su ritual. Apabullante y con un baterista voraz y veloz. Contundente, intenso.
Para finalizar y ya en la madrugada, era el turno de los colombianos Ghetto Kumbé. Ellos remataron lo que quedaba de ánimo en la audiencia, que era mucho, con su presentación en la tarima Matriz. Su tecno tribal aderezado de percusión en vivo por El Chongo y Doctor Keyta, aparte de la participación de Guajiro inyectó el clímax supremo alrededor de las tres de la mañana. La juventud no paro de bailar.
El Tercer Día: Las Bondades del mestizaje musical
Una vez más, caminar por las calles del casco histórico era lento, pero gratificante. Era el dos de julio, la última noche de la jornada y había más público que el día anterior.
La gente estaba muy impregnada de ese espíritu festivo para el tercer día, disfrutaba de la espontaneidad del momento y de las presentaciones que se daban en estos callejones medievales de Loulé. Así nos sorprendió el baile con la Escola de Capoeira Alegría e Bem Estar y las voces del grupo Cante Alentejano. De repente, una bandera venezolana aparecía y un grupo de mujeres con vestidos muy coloridos, bailaba las expresiones tradicionales del país sudamericano.
Todo no terminaba ahí, una banda ambulante de instrumentistas de vientos y percusión, con temas de Nueva Orleans o de los Balcanes, también se lanzaba a apoderarse del control de las calles, la gente se detenía a observarlos y hasta a bailar con ellos.
Las presentaciones en las cuatro tarimas principales llenaron su cometido en el último día. Algunas cancelaciones debido a contagios de COVID de la alemana Ayo y la caboverdiana Nancy Vieira, más los problemas de visados del jamaicano Anthony B. crearon cierta confusión. Unos rápidos remplazos como la de Rodrigo Leão, del otrora gran grupo portugués Madredeus, calmaron algo los ánimos. El reggae, sin embargo, hizo falta.
La noche tuvo muchos matices, desde una oferta de ska y cumbia de Chico Trujillo, desde Chile, en un atestado escenario de Matriz, probablemente el más concurrido de todas las presentaciones.
La intérprete portuguesa Maro, quien había participado en un reciente festival de Eurovisión, concitó mucha atención mientras la banda cubana afincada en Portugal de pianista Víctor Zambrano & Sexteto Cubano suplía esos necesarios ritmos afrocubanos.
O Gajo en la tarima Castelo fue otro de esas hermosas sorpresas con un ejercicio instrumental que transpira aromas de Portugal por los poros, como también uno creía estar escuchando música country, por momentos. João Moraes es O Gajo (traducido al español seria como el tío, el chamo, el tipo) y ejecuta la guitarra campaniça y lo hacía acompañado de el contrabajo de Carlos Barretto y la batería y percusión de José Salgueiro. O Gajo fue místico y provocador. Ver presentación de O Gajo aquí:
La noche se negaba a perder su encanto. Unos momentos notables llegarían con las presentaciones de dos mujeres de África: Manou Gallo y Aline Frazão. De Costa de Marfil y Angola respectivamente. Manu desplego su arsenal con su bajo eléctrico y un gran don del dominio escénico. Aline, en cambio, exhibiría un esplendor y clase de una artista aun joven que se perfila coma una figura imprescindible por su alta sensibilidad y madurez artística. Ambas fueron vitales y virtuosas.
El Poder de la Música y las Artes
El Festival MED, en retrospectiva, fue una plataforma que expuso el talento portugués, como también se inclinó favorablemente en mostrar ese otro mundo del habla portuguesa. Es una celebración de las artes, de la artesanía, de la pintura, de la poesía, cine, gastronomía, etc.
Toda la jornada artística fue balanceada y bien llevada. Loulé podría tener uno de los mejores festivales de música de Europa, no solo por la música y el festejo de las artes en general, sino por la hospitalidad de su gente y lo modesto de sus precios. Aquí uno se siente a gusto.
Festival MED y las artes con su poder de convocatoria cumplieron su otra tarea: curarnos, momentáneamente, de un mundo complicado, desolado y confuso. Por unos días fuimos felices.
Al final quedo patentizado el poder de la música y el encanto del Festival MED. Porque no es solo “tierra donde se pone el sol” para referirnos al significado árabe de la palabra Algarve, igualmente es tierra donde se pone tanto la música como la hospitalidad.
Más información sobre el Festival MED: festivalmed.pt