18 Festival de Cine de Marrakech, Marrakech, Mon Amour

Ha llegado ya a su 18ª edición, aunque ha sufrido algún parón que otro en su trayectoria cronológica. Ahora, renovado y ampliado en sus instalaciones, y adaptado a los nuevos tiempos de la tecnología de última generación, el festival internacional de cine de Marrakech ha perdido en sencillez y espontaneidad lo que ha ganado en proyección mediática (sobre todo, local) y «glamour» globalizado. Pero ha sabido mantener el equilibrio entre  lo efímero y lo perdurable, lo autóctono y lo universal.

Algunas grandes estrellas mundiales, que para si quisieran otros festivales europeos de grandes campanillas (sin ir más lejos, el Zinemaldia de San Sebastián) se acercaron a la «ciudad roja» (por el color de sus murallas, no por su identidad política) en la presente ocasión. Entre ellas, el gran Robert Redford (de quien se proyectó «Butch Cassidy and the Sundance Kid» en sesión multitudinaria y al aire libre en la célebre plaza Jemaa El Fna), la francesa Marion Cotillard, la inolvidable intérprete de «La vie en rose», biopic de la inolvidable cantante Edith Piaf; y, finalmente, otro personaje francés de la más alta gama creadora, el director Bertrand Tavernier, que recibió asimismo un homenaje del festival. Homenajes que se hicieron extensivos a dos figuras preminentes del cine árabe, la realizadora Mouna Fettou, y el hindú Priyanka Chopra.

ESCENARIOS INCOMPARABLES

Si la selección de películas a concurso no fue memorable ni destacable por su calidad (aunque hubo algunas, varias curiosidades, entre ellas cintas de Arabia Saudí, Egisto, Mauritania y un «panorama del cine australiano), Marrakech 18/19 permanecerá en el recuerdo por las maravillosas e inigualables sedes donde se realizaron las proyecciones. Un verdadero recorrido no ya por el Marrakech más recurrente y turístico, sino por localizaciones de verdadero interés cultural e histórico, por un motivo u otro.

Estas sedes fueron: 1. El Palacio de Congresos, hogar del certamen desde su comienzo, ahora remodelado, embellecido y un tanto pos-modernizado, con sus numerosos «sets» televisivos (verdadera obsesión de la nueva dirección) y su rimbombante alfombra roja de proyecciones y desfiles de estrellas.

El Palacio alberga además tres diferentes salas de proyección: La «Sala de los Ministros», la «Sala de los Embajadores» y la «Sala Real». Nótese en todo ello el carácter oficialista y propagandístico del evento, realizado -como todos los festivales importantes marroquíes, ya sea de música, de cine o de cualquier otro carácter- «Bajo el Alto Patrocinio de su Majestad el Rey Mohammed VI»… Sin comentarios.

2. El Museo Yves Saint-Laurent. Excepcional local y entorno para cualquier manifestación artística que se precie. Situado en el inigualable Jardin Mayorelle, creado por  del modisto francés ya desaparecido, que fue un verdadero admirador y amante de la ciudad del anti-Atlas, y que debe figurar entre los dos o tres espacios botánicos más admirables y bellos del mundo mundial, con su exuberante sucesión de plantas de todo tipo y condición, desde las apolíneas y gigantes palmeras locales, hasta los cactus mexicanos y de los desiertos norteamericanos, pasando por acequias, estanques de peces de colores y de nenúfares y todo otro tipo de vegetación de aquí y de allá. Un verdadero espectáculo que nadie que visite Marrakech se debe perder, aunque su recomendación no venga dada por la inefable guía verde Michelin, tan conspicua y sesuda ella (y habitualmente, referencia ineludible).

Por cierto, al lado del Museo Saint-Laurent se ubica otra pequeña / gran joya, el Museo Bereber, una exposición de enorme valor documental, histórico y estético, repleto de piezas, libros y artesanía de esa antiquísima y muy ignorada etnia pre-islámica.

3. La Plaza Jemaa El Fna. El objetivo final, y a veces casi único, de la enorme turistada internacional e inter-racial que suele asistir a Marrakech. El amplio espacio, en efecto, es único, Patrimonio de la Humanidad, y ya fue objeto del deseo y, sobre todo inspiración literaria de grandes escritores, como nuestro Juan Goytisolo, que vivía seis meses al año en sus proximidades y otros seis meses en París.

En la Plaza te puedes encontrar de todo : fakires, encantadores de serpientes, cuidadores de monos fotogénicos, aguadores con su folklórica y colorista vestimenta, y músicos de todo tipo, especialmente los «gnaua» con sus crótalos, guimbris y disonantes y chillonas voces para acompasar un ritmo circular y ensimismante, procedente antaño de esclavos subsaharianos.

Pero la plaza también está rodeada de cafés de estilo cosmopolita, como el recién inaugurado Argane o el mítico Cafe de France, por donde desfilaron ilustres personajes, desde Paul Bowles hasta el Stone Brian Jones, desde Orson Welles hasta Martin Scorsese (quien presentó, por cierto en el Festival 201, su documental excelso sobre Bob Dylan, «No direction home»).

Tampoco faltan en el entorno de Jmaa El Fna vendedores de todo tipo y condición, desde senegaleses que te ofrecen los últimos modelos de telefonía móvil hasta gafas de sol de lo mas sofisticadas. O pequeños puestecitos autóctonos, con sus inevitables babuchas, bisutería, «casquettes» (gorras), cerámicas mil, cachimbas (para quemar la omnipresente y seductora «sisha»), souvenirs, etc.etc.

4. Cinema Coliseo. Situado en el centro de Guéliz, el barrio moderno de Marrakech, de creación e inspiración francesa. Con sus grandes avenidas, sus boutiques de moda, sus cafés entre tradicionales, modernistas y/o actuales, sus restaurantes de postín, sus hoteles de cuatro o cinco estrellas, sus salas de fiesta y ligoteo (entre las más preclaras, «Montecristo» y, sobre todo «African chicc», que ofrece habitualmente música en directo y discoteca ad/hoc).

En fin, Guéliz es la pura esencia siglos XX/XXI de Marrakech, hábil sucesora de los encantos de la vieja ciudad o Medina. En este «quartier», el cine Coliseo, situado enfrente de mi restaurante favorito de la ciudad, «Tony’s Cabana», que ofrece menús a 9 y 12 euros donde se degustan los mejores «cuscús», «tajines», «pastelas» y, también, la cocina italiana a base de ravioli, pizzas y pastas diversas (y donde también se ofrecen cervezas y vinos, no tan «prohibidos» como pretende el islamismo).

Las sesiones en el Coliseo, durante el festival, son a 15 dírhams, esto es, un euro y medio. Quien no asiste a un festival así, es porque no quiere…

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