Dieciséis ediciones ya del Festival de Cine Europeo de Sevilla, un certamen consolidado y con identidad propia dentro de los muchos certámenes fílmicos que se desarrollan a lo largo del año en la Península Ibérica. Es el festival que patrocina los premios del cine realizado en Europa y el que, por tanto, da a conocer sus nominados para la gala final y decisiva, que suele celebrarse en Berlín en el mes de diciembre.
El cuanto a la semana en sí, hubo una irregular selección de títulos a competición por el «Giraldillo de oro», nombre castizo con el se denomina al primer premio. Recayó en esta ocasión en el film «Martin Eder», del director italiano Pietro Marcello, basado en un libro autobiográfico de juventud del escritor británico Jack London, autor de numerosos libros de viajes y ensayísticos sobre la condición humana, un autor en la línea de los grandes narradores y viajeros ingleses de los dos últimos siglos, de George Orwell a Gerald Brennan (ambos muy vinculados a España; Cataluña y Andalucía especialmente).
«Martin Eder», según el jurado, merece la mención especial y primera «por la intensa y vibrante forma en la que retrata el arco vital de su protagonista en continuo diálogo con la historia de Italia y por su decidida apuesta por el potencial narrativo del material de archivo utilizado«. Sin duda, un galardón merecido, al ser una de las pocas sobresalientes películas vistas en Sevilla 19.
El gran premio del Jurado fue a parar a las manos de «Technoboss», del portugués Joâo Nicolau, «por la elaborada, ingenua y musical dulzura de su tono y por el humanismo que desprende una historia que pone su foco en las consecuencias que tanto el paso del tiempo como las nuevas tecnologías pueden tener en la vida del ciudadano común».
Finalmente, el público asistente eligió «And then we danced», de Levan Akin, como su cinta favorita, dentro de una muestra general de irregular relieve y donde hay que destacar, además, pero por su negatividad, la cinta del catalán Alberto Serra, «Liberte», una de las películas más desafortunadas, ignominiosas, escatológicas y lamentables que nos hayan sido ofrecidas a lo largo no ya de esta temporada, sino de muchos años. Y eso que venía avalada por el premio de la sección «Un certain regard», del festival de Cannes. Pero ya sabemos de qué pie cojea Cannes a veces, entronizando a los directores más «límite» del cine actual, de Pedro Almodovar a Michael Hannecke, pasando por Quentin Tarantino. Y es que los jurados del certamen de la bella ciudad mediterránea gala suelen ser muy «nota» y muy posmodernos ellos.
Volviendo a «Liberte», su descripción voyeurista de la decadencia y abyección de la aristocracia francesa en vísperas de la Revolución de la guillotina se convierte, por designio nefando de su realizador, en un «ultra gore porno» o «pornografía pasada por el espanto». Catálogo inacabable de perversiones, animaladas, masturbaciones corales, sadomasoquismos, sodomías, y otras lindezas, «Liberte» queda a años luz de la igualmente provocativa película de Pier Paolo Pasolini, «Los 120 dias de Saló», porque todo en ella viene lastrada por un intelectualismo de pacotilla, unas ínfulas historicistas que solo sirven de grotesca coartada para su exhibición impúdica, pretensiosa hasta decir basta y vomitiva del mal gusto y del anti-cine, si entendemos por tal el invento inmortalizado por Charles Chaplin, Ignmar Bergman, Orson Welles, los hermanos Marx, Billy Wilder, Eric Rohmer, François Truffaut, Jean Renoir, y más recientemente Martin Scorsese, Lars Von Trier, Victor Erice, Richard Linklater, Woody Allen y tantos y tantos otros directores que han elevado este espectáculo visual y sonoro a la categoría de Arte.
Una película en esa misma línea se proyectó en alguna de las secciones paralelas del Festival : «El viaje de los comediantes», del griego Theo Angelopoulos. Solo la exhibición de este film luminoso, humanista, maravilloso, inigualable, clásico en su deslumbrante realización, hubiese dado brillo y esplendor a esta edición del festival sevillano.