Esa noche el público de la sala Galileo Galilei no celebró el Día de la Hispanidad, prefiriendo saborear los ritmos inquietantes y calientes del “nuevo” continente. Notablemente, resultó que los madrileños saben cantar perfectamente en portugués y servir de coro bien afinado a un músico de la altura de Chico César.
El cantante nos dio la bienvenida entonando a capella ‘Béradêro’, una ilustración emocionante de la vida cotidiana en Brasil, llena de sufrimiento y violencia que invadió también a su ciudad de origen, Catolé de Rocha. En este canto agudo demostró la maestría de su voz con la que llegó a producir los ‘beats’ de matiz africana y atrajo a los presentes en la sala a unirse con él en el estribillo. Por supuesto, nadie se resistió acompañarle igualmente en el clásico himno de la música brasileña, ‘Mama África’, ni en la encantadora pieza ‘À Primeira Vista’. Sus composiciones tan reconocibles no necesitaban comentarios, tampoco hacía falta animar el público para que cantase junto con él.
Sin embargo, la energía y espontaneidad de Chico César fue incomparable y unió al público desde el primer minuto hasta más allá del fin del concierto (la gente salía de la sala tarareando). Por medio de su música el cantante supo levantar diversas emociones de la gente en distintos momentos: desde la risa hasta la nostalgia y aflicción. Las canciones de su primer disco, compuestos por sonidos seductores y exóticos a menudo abordan los problemas sociales que siguen perturbando a Brasil igualmente ahora que 18 años atrás.
Los mensajes de estas composiciones en ningún caso resultan moralizadores: al ver Chico César en vivo, actuando descalzo, vestido en la camisa “Free Tibet” uno percibe que todo lo que el cantante expresa en sus temas viene directamente de su naturaleza. Lo importante es que a la vez posea este sentido de humor irresistible y que su música también consiga despertar «lo africano» en sus fans, lo que deseó invitándonos a producir los ritmos vocales para el tema ‘Benazir’.