Cinco días parecen, en principio, ser pocos días para desarrollar en plenitud un ambicioso y detallista festival de jazz, o de cualquiera otra actividad musical y/o artística.
El Jazzaldia 2017 demostró que, en tan breve espacio de tiempo, se puede ofrecer un panorama amplio y variado de la situación del jazz mundial. Solo hace falta que en esa «manita» de jornadas no haya prácticamente un momento de respiro, un espacio para la reflexión y el recuento.
Pasados unos cuantos días, madurada la opinión, se ilumina el inventario, se separa el oro de la ganga, se vislumbra el factor perdurable y el que tan solo fue pasajero, fulgor de un breve momento.
Las estrellas luminosas – Wayner Shorter, Brian Ferry, Macy Gray brillan con luz propia
En la retina y en el recuerdo de esta 52 edición del Jazzaldia quedarán para nosotros algunos nombres propios, estrellas luminosas en el firmamento de las húmedas noches donostiarras.
Wayne Shorter Quartet
Abrió el certamen, y esa ya fue toda una declaración de principios de parte de la organización del evento. Jazz en estado puro para que no haya lugar a confusiones. Este sigue siendo, esencialmente, un acontecimiento fiel a sus esencias, a sus principios, por más que, lógicamente, los tiempos hayan cambiado y los conceptos y campos musicales hayan abierto y expandido sus fronteras.
El saxo Wayne Shorter es leyenda viva del jazz contemporáneo, y sigue demostrando cada día el porqué. Acompañado de terceto de lujo (Danilo Pérez, piano; John Patitucci, contrabajo y Brian Blade, batería), Shorter irrumpió en el hasta entonces impávido auditorio del Kursaal con fuerza descomunal, tórrida cascada sonora, fuerza vital de la naturaleza.
Ninguna sorpresa, eso sí, y recurrente repertorio, si se quiere, pero si el jazz actual es algo, es esto. Pese a su veteranía, Shorter no regatea esfuerzo, ni evade su responsabilidad de visionario ni se limita a cubrir el expediente. Si no es la taza de té de todo el mundo (un sonido a veces áspero,en ocasiones, caótico), no se le puede negar su maestría ni su técnica, no depurada, sino lo siguiente.
Un entusiasta y siempre excesivo/exultante Carlos Boyero comentaba, medio en broma, medio en serio, a la salida del recinto: «¿Mejor músico del siglo XX ? Ni Bob Dylan, ni Leonard Cohen…Wayne Shorter». Si él lo dice…
Brian Ferry
La elegancia y espectacularidad del mejor pop-rock, entendido como fenómeno de masas de nuestros días. Deslumbrente puesta en escena, inigualable luminotecnia escénica, para un sonido tan rotundo como matizado. Chapeau para los técnicos de la mesa de mezcla. ¡Qué brillantez, que claridad, que sencilla complejidad! Y la voz de los recordados Roxy Music en su total madurez vitalista.
Sobrio de comportamiento gestual, pero expresivo a tope solo con su presencia, carismática a más no poder. Repertorio entre el pop, el soul, el ritmo y blues, la balada. Referencias dylanescas, cómo no, en un homenaje inevitable de quien ya cantara con éxito «A hard rain’s a gonna fall». Ahora fue una escondida pero no menos real «A simple twist of fate», creo recordar, de aquel magistral album «Blood on the tracks»..
.Brian finalizó, sin despeinarse como siempre, con el lennoniano «Jealous guy», tras haber transitado por terrenos de la Tamla Motowm, el medio «country» de las praderas anglo-americanas y el primigenio rock and roll: «Let’s stick together». Casi un prodigio total.
Macy Gray
Desbordante ritmo y blues de nuevo cuño, donde tiene cabida el clasicismo del género, pero también el fresco soplo de las nuevas expresiones hip hoperas.
Actriz y cantante, sin llegar nunca a una Etta James ni mucho menos a una Aretha, Macy demuestra tener la lección bien aprendida y se conoce los trucos del género y del «show business»: saca a escena a su pequeño hijito danzarín, que hace las delicias del público con su «tap dance» y su señuelo de orgullo racial. Por si queda alguna duda de lo que propone Gray, su «bis» final lo dice todo:»What a wonderful world». Louis Armstrong, «Satchmo», estuvo en el comienzo de todo esto y también en el inicio de un cierto conformismo estético y social.
Gray puso la simpatía imbatible, la alegría de vivir y un punto de guiño político: «¿Qué es lo mas bonito del mundo? -se dirigió al personal- ¿El dinero? ¿El amor? El sexo?,» y, entre aullidos finales, la respuesta correcta: «La libertad». Ohhhhh ¡¡¡¡
El Resto – Herbie Hancock, Abdullah Ibrahim y Gregory Porter ofrecen sólidos recitales
En un programa tan amplio y abigarrado como el de Jazz Donostia 2017, solamente podemos dejar constancia de algunos nombres y conciertos, ante la imposibilidad de tratar todos y cada uno de ellos como si de una crónica diaria se tratase.
Asi, el Herbie Hancock Quintet, con su desparrame electro-funky, desbordamiento sónico y alarde virtuoso no exento de cierta auto-complacencia. El teclista de cien aventuras y mil artilugios no ha sido nunca amigo de melodías fáciles, improvisaciones aleatorias ni facilidades mayores para un público «menos entendío». En San Sebastián hizo honor a tales premisas.
Abdullah Ibrahim y Terence Blanchard. Otro pianista, de origen sudafricano (Dollar Brand, aka A. Ibrahim) se muestra mucho más cercano a nuestra sensibilidad. Sin nada que envidiar a nadie, se muestra cercano, cálido y glorioso por momentos. El trompetista Terence Blanchard, que sustituyó en las semanas previas a un convaleciente Hugh Masekela responde con gusto y le hace los honores. Gran concierto.
Kamasi Washington, Terence Blanchard y Joe Lovano, vientos en popa
«La voz (masculina) más importante del jazz actual«. Así rezaba la promoción de Gregory Porter y así se hizo valer. Preciosa tesitura vocal, timbres delicados, sinuosidades estilísticas, Porter sigue la senda de los mejores y los más clásicos de su porte (perdón por el chiste fácil). Kamasi pertenece ya a la saga inacabable de majestuosos saxos de la historia del jazz. En una tierra de saxos, él se aproxima ya a la cima.
Hubo otros egregios representantes del más sexy de los instrumentos sonoros: Joe Lovano, inmaculado como siempre; Ray Gelato, resultón y entrañable. Y, por supuesto Charles Lloyd, muy merecido Premio Donostia de este año, quien, al frente de su cuarteto, dejó testimonio de por qué está considerado uno de los «absolutamente grandes», que diría desde las ondas populares el legendario e inmarchitable Gonzalo Garciapelayo en los años 70. Una larga historia contempla a Lloyd, ya sea al lado de Keith Jarrett o Jack DeJohnette o bien al frente de sus múltiples experiencias individuales y colectivas.
Flecos Euskaldunes y otros – Iñaki Salvador, Elena Setién, meritorios flecos vascos
El jazz (o aledaños) euskaldun/vasco tuvo representación genuina. Iñaki Salvador es ya, a estas alturas, un músico no ya a considerar, sino a reconsiderar. Madurez artística sin tapujos, humildad a prueba de divos y otras hierbas, Salvador hizo esta vez su homenaje particular al legendario Thelonious Monk, y lo realizó con espíritu encomiable, fé y fidelidad al maestro.
Hubo otros tributos en un año de especiales dedicatorias. Deborah Carter recordó los 100 años del nacimiento de la inmensa Ella Fitzgerald, inigualable por muchos siglos que pasen. Chris Kase Sextet hizo la propio con otro centenario ilustre, Dizzy Gillespie. Y el también vasco Mikel Andueza se atrevió nada menos que con los «50 años del nacimiento de John Coltrane». Ahí es nada.
Una agradable sorpresa y en cierta manera un descubrimiento para muchos fue la «premiere» en estamento jazzístico de Elena Setien, con su concierto matutino en el siempre abarrotado Museo de San Telmo: «Dreaming of Earthly things» fue un cautivador concierto de una figura en ciernes que habrá de confirmar la alternativa.
Quedan muchas cosas en el tintero virtual del espacio y del tiempo: la banda rockera Pretenders, con la espléndida e histórica Chrissie Hynde al frente; Robert Glasper Experiment, Hiromi, Gabacho Maroc, Chano Dominguez, Stefano Bollani y, lo más insólito de todo, el grupo de cámara Arfolia Libra, una curiosa (aunque aún verde) aproximación a espacios a priori tan diferentes como Michael Nyman, J.S.Bach, el Kronos Quartet y otras eximias e inclasificables, benditas ellas, nuevas sonoridades.
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Foto de cabecera: Herbie Hancock © Lolo Vasco, Heineken Jazzaldia 2017