El pianista cubano Chucho Valdés ofreció el 22 de julio en Jazz en la Costa en Almuñécar (Granada, España) el concierto más esperado de este año (había agotado las entradas en apenas unos días) al afrente de la nueva banda que han organizado Afrocuban Messengers, “ni tan pequeña como el cuarteto ni tan grande como Irakere”, según había comentado. Una denominación que lleva implícita un cariñoso recuerdo al baterista y director durante toda su vida de los Jazz Messengers, Art Blakey.
No terminan ahí los guiños del titán cubano de las teclas, pues el disco que han grabado lleva por nombre ‘Chucho’s Steps’, en este caso rindiéndole tributo al ‘Giant’s Steps’ de John Coltrane. A tiro de piedra de los setenta años, Jesús Valdés, bulle de proyectos y dirige una vibrante formación que el asegura haber encontrado en las escuelas de música habaneras como en la calle.
Canciones como ‘Danzón’ sugieren el crisol cultural cubano las íntimas relaciones de todas la orillas caribeñas, en este caso confrontando chachachá y blues; ‘N.Orleans’ recordó que las dos ciudades estuvieron durante siglos mucho más unidas y ‘Yansa’ nos paseó por los mitos yorubas a ritmo de tambor batá, el usado para invocar los dioses santeros. Amigo y ausente, el vienés Joe Zawinul fue el destinatario de una mambo al que el gigante pianista de Quivicán puso su nombre.
Chucho dirigió esta formación con mano blanda, alentando que sus músicos (que estuvieron tres días en Almuñécar y habían convertido el paseo de San Cristóbal en el Malecón habanero) disfrutaran y se soltasen.
Versatilidad y consistencia son algunas de las manifiestas virtudes que exhiben los AfroCuban Messengers, un grupo musical casi de excepción que, además de los citados, conforman un increíble Yaroldy Robles en las congas, Dreiser Bombalé en bata y voz, el notable baterista Juan Carlos Rojas Castro y el saxo tenor Carlos Miyares, y que están a la altura de la tradición musical a la que pertenecen.
Completando el equipo figura también cantando su hermana Mayra Caridad Valdés que interpretó “tremendo bolero”, como dijo su hermano, cediendo el paso a los bailes rumberos del percusionista con los que terminaron 100 minutos de cubanía en jazz.