Gina Chavez
“Up.rooted” (Gina Chavez, 2014)
Estos tiempos proporcionan a los artistas variantes de autogestión en la producción de su quehacer que le dan libertad para abrazar con la autenticidad. Para sustentar esas validas alternativas hay que tener más que buenas intenciones. Talento, gracia y buen gusto deben ir a la par. Se necesita secundar la propuesta con alto discernimiento artístico. Vaya tarea. Después de todo, si ese no es el caso, esos artistas serán una aguja en el amplio pajar. Existe demasiada música a nuestra merced, pero poca que se puede parar por sí sola. Poca se queda con nosotros. Poca saborea la eternidad.
Al escuchar el segundo trabajo de esta nativa de Austin, Texas, que lleva como nombre Gina Chavez, uno se alegra de que el tiempo no se ha perdido en vano. Gina se lanzó a recaudar fondos de personas particulares para financiar este disco y lo consiguió.
Las once canciones de este álbum poseen una familiaridad que penetra a nuestros oídos como si ya la conociéramos. A la misma vez, ellas alardean cierta luz distintiva que la separa del sabor chato y mecánico de mucho de la música pop.
Gina se separa del montón con “Up.rooted” donde se aprecia cómoda tanto cantando en inglés como en español. El repertorio es diverso, con mucho más aciertos que pifias. Los aciertos son certeros y precisos. Tal como la canción “Maíz”, sustento nutritivo de nueva canción llevada bajo un fuego cálido de chacarera y rasgueos del charango.
El álbum toma aún mejor cauce con “The sweet sound of your name”, balada bilingüe de extrema hermosura.
Si la radio comercial fuese una entidad democrática, y le diera una oportunidad a esta canción de ser tocada, haría de Gina un nombre popularmente conocido. Al final del tema, unos metales arrullan con sus soplos este derroche de ternura. Más variedad llega con “Siete-D”, un fino reggaetón que habla de una ruta de un autobús en el pulgarcito de las Americas, El Salvador. Allí, retrata la violencia pandillera y la retórica anti-inmigrante. La intérprete vivió ocho meses en el país centroamericano haciendo trabajos voluntarios. Gina lleva sangre latina y europea a través de padres mexicano y suizo-alemán.
De regreso al álbum, otra de las buenas piezas, “Your name”, tiene más de la música raíz de América Latina, indígena y mestiza, pero sin sonar tan folclórico ni de museo. Unas cumbias surgen por aquí y un sonido árabe por allá, Chávez hasta se atreve en meterse en la piel de una canción tan fuerte y poderosa como “Todo Cambia” (Julio Numhauser), que Mercedes Sosa convirtiera en un himno de esperanza y clamor.
Gina es responsable de muchas de las composiciones junto a otros importantes contribuyentes. El toque de Michael Ramos en la producción es vital en darle dirección a este álbum.
“Up.rooted” (Desarraigo) no nos defrauda en absoluto. Al final queda el nombre de Gina Chávez en la pequeña lista de artistas a seguir de cerca.
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