Brosella Folk & Jazz: longevo y pujante

El público se acomoda en el estupendo entorno del Teatro Verde (Théâtre de Verdure / Groentheater) – Foto: Mundofonías
El público se acomoda en el estupendo entorno del Teatro Verde (Théâtre de Verdure / Groentheater) – Foto: Mundofonías
Treinta y siete ediciones lleva ya este festival, que se dice pronto, fiel a su formato de ofrecer dos jornadas diferenciadas y complementarias: una dedicada al folk y otra al jazz, en el entorno encantador y al aire libre del Teatro Verde, situado en el Parque Osseghem de Bruselas, muy cerquita del famoso Atomium. Nosotros tuvimos la oportunidad de asistir a la primera de las jornadas de este año, la folkie, que tuvo lugar el 13 de julio, y que fue una larga tarde-noche repleta de buenas actuaciones que se fueron alternando en los dos escenarios del festival, el del propio Teatro Verde y otro más pequeñito situado en las inmediaciones.

La cosa empezó prontito, a eso de las 3 de la tarde, con la actuación del numeroso grupo belga Olla Vogala, dirigido por el violinista Wouter Vandenabeele, que ofreció un interesante recital en el que su concepto camerístico enlazaba con ecos de tradiciones europeas y orientales, entretejiendo sonoridades muy originales.

Jorge Pardo fue el invitado de lujo en el proyecto del bajista Serge Dacosse. – Foto: Mundofonías
Jorge Pardo fue el invitado de lujo en el proyecto del bajista Serge Dacosse. – Foto: Mundofonías
Más tarde le llegó el turno al bajista, también de la tierra, Serge Dacosse, con su proyecto de acercamiento al flamenco, acompañado de músicos belgas y españoles, que contó con un invitado muy especial: el gran flautista y saxofonista Jorge Pardo, que con su fértil imaginación improvisadora hizo las delicias del personal que, a esas horas de la tarde, se las tenía que ver con un sol y un calor propio de latitudes más meridionales.

A continuación pudimos disfrutar una vez más con el arte de Sam Lee y su original y exquisito acercamiento a las canciones tradicionales británicas, con especial querencia a las de los gitanos y la gente más viajera. Con un original instrumentarium que incluye desde la shruti box de la India a un gigantesco koto japonés, pasando por trompeta, violonchelo, arpas de boca y percusiones variadas, Sam Lee volvió a confirmarse como una de las propuestas más interesantes y frescas que el folk británico ha dado en los últimos años.

El inglés Sam Lee encantó al público con su elegante acercamiento al folk británico. – Foto: Mundofonías
El inglés Sam Lee encantó al público con su elegante acercamiento al folk británico. – Foto: Mundofonías
Como es bastante habitual en el Brosella, Sam Lee contó con un invitado, el cantante Thomas McCarthy, cantante popular cuyas raíces están entre los nómadas irlandeses (los “Irish travellers” o “tinkers”), cuyas interpretaciones, sin acompañamiento instrumental, rompieron un tanto el ritmo del concierto y quizá hubieran demandado otro tipo de recinto o presentación.

Seguidamente, también desde las islas, tres violines, los de Eliza Carthy, Bella Hardy y Kate Young, y una viola, la de Lucy Farrell, entablaron un vivaz diálogo sobre el escenario. Eliza Carthy tuvo una complicación de salud que le impidió estar en la edición del 2002, como se había anunciado, pero este año pudo quitarse la espinita en esta formación tan femenina y “cordainera”, que dirían los Hermanos Cubero. Influenciado también de aires norteños e irlandeses, junto a los de otros folklores y músicas, le llegó el turno después al joven trío belga Green Moon, que se arropó a base de bien con nada menos que 12 invitados que abarrotaban el escenario, de entre lo más granado del folk y músicas afines del país, incluyendo a algunos papás de los músicos del trío, como el violinista irlandés afincado en Bélgica Kieran Fahy, padre de Lorcan Fahy, o Thierry Crommen, armonicista, que acompañó a su vástago Téo.

De Temps Antan, desde Quebec, no dejaron respiro al personal bailón. – Foto: Mundofonías
De Temps Antan, desde Quebec, no dejaron respiro al personal bailón. – Foto: Mundofonías
Si ya el nivel era elevado, la chispa electrizante la pusieron las dos últimas bandas de la noche. El último concierto en el escenario pequeño corrió a cargo del trío quebequés De Temps Antan, que no dejó respiro a los entregados asistentes, haciendo gala de una excelente conjunción y técnica. Compuesto por miembros y ex-miembros de La Bottine Souriante hicieron vibrar y bailar al respetable a base de violín, concertina, armónica, guitarra y otras cuerdas, más la imprescindible y enérgica percusión zapateada de la música de Quebec.

Y para terminar, los portugueses Melech Mechaya y su peculiar e irresistible visión de la música klezmer. Ellos conciben sus espectáculos como una fiesta donde la gente disfruta de buena música, se divierte con sus continuos gags, y participa constantemente, incluso subiéndose del escenario, como se ve en la foto. Para la ocasión, contaron con una invitada de lujo, Mísia, con la que interpretaron cuatro piezas, incluyendo algún estreno, como la canción sefardí ‘Adió, kerida’. Pero ellos solitos se las valieron para marcarse un fin de fiesta inmejorable, con buena parte del público bailando hasta casi perder el sentido.

Melech Mechaya, desde Lisboa: un inmejorable colofón festivo. – Foto: Mundofonías
Melech Mechaya, desde Lisboa: un inmejorable colofón festivo. – Foto: Mundofonías
En definitiva, ha sido una espléndida experiencia disfrutar de nuestro primer Brosella en la capital belga… ¡y que no sea el último! Y un lujazo degustar su excelente programación y comprobar la gran vitalidad de un longevo festival, impulsado por Henri Vandenberg y todo su equipo, en el que arrima el hombro desinteresadamente mucha gente del mundillo (¡el que preparó la cena para los músicos era el director de un centro cultural!), lo cual ya nos gustaría ver en otros parajes más cercanos. ¡Larga vida al Brosella!

Más información sobre el festival: brosella.be/eng

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