Que la máxima atracción de un prestigioso festival de cine, como el de San Sebastián, sea la aparición con sorpresa y alevosía de Bono, el «Mesías del rock», líder del grupo irlandés U2 para hacer entrega en persona a Penélope Cruz de uno de los tres Premios Donostia de esta edición, dice bastante poco en favor del cine, y del certamen en general.
El triunfalismo habitual de una ciudad algo pueblerina aún (a pesar de su afamado y merecido cosmopolitismo), de su prensa más oficial y conservadora, y del Festival en sí, con su director José Luis Rebordinos al frente, lanzando las campanas al vuelo con este acto, más de marketing que de otra cosa, y comparando este acto con las presencias, en años pretéritos y ¡ay ! ya fenecidos para siempre, de estrellas de verdad como Bette Davis o Gregory Peck, exime de cualquier otro comentario.
Porque cine, cine, cine de verdad, hubo más bien poco. Es decir, hubo mucha, muchísima cantidad, pero poca, poca calidad. Las cintas escogidas para entrar en la sección oficial a competición -verdadero rostro y alma de un festival- obtuvieron una nota media inferior al aprobado en la «quiniela de los críticos». Solo tres o cuatro se salvaron de la quema. Y la ganadora de la Concha de Oro, la película brasileña «Pacificado», de Paxton Winters solo alcanzó un notable raspado.
Nueva incursión por el (sub) mundo de las favelas de las macrourbes brasileñas, con el telón de fondo de los Juegos Olímpicos, y la amistad entre una joven y un traficante de drogas recién salido de la prisión, «Pacificado» queda muy lejos de la crudeza y realismo de «Ciudad de Dios», ambientada en las mismas terribles realidades.
Y el caso es que Zinemaldia 2019 se abrió con inmejorables augurios. La exhibición (fuera de concurso) de «Adults in the room» («Comportarse como adultos», en su ambigua y fea titulación española) del gran director griego Constantin Costa-Gavras (Loutra-Iraias, 1933), otro de los premios Donostia del año, nos trajo uno de los pocos soplos de vida y de compromiso de la larga semana. Pro, ¿por qué no se aprovechó la ocasión para proyectar un merecidísimo ciclo sobre su obra completa? («Sección especial», «Z» (dos Oscars en 1969), «Missing», «La confesión», «Amen», «El capital»…y tantas otras. Misterios insondables de lo que se supone debe ser también una escela mostrativa, del mejor celuloide del siglo.
El tercer y último Premio Donostia recayó en el híper-versátil actor Donald Sutherland ( «Novecento», «Klute», «Doce del patíbulo», «Space cowboys»…). En cuanto a nuestra querida Pe («Pedro, Pedro…»), compañera del no menos a(fa)mado Javier Bardem, ¿qué vamos a decir a estas alturas? Solamente, recordar una de sus, quizás, menos conocidas anécdotas: rodó al lado del mismo Bob Dylan en la absolutamente fallida «Corazones de fuego». Quizás de esa ocasión viene su amistad con Bono (furibundo admirador del propio «Mr.Tambourine Man»).
Perlas Sueltas
Películas a destacar, por un motivo u otro de la 67 Zinemaldia:
«La hija de un ladrón», ópera prima de Belén Funes, con la pareja padre-hija Eduard y Greta Fernández en los papeles protagonistas, trabajo que le mereció a Greta una de las menciones de mejor interpretación femenina.
«Mientras dure la guerra», de Alejandro Amenábar, primera incursión de su autor en el resbaladizo terreno de la guerra (o preguerra) incivil española, con la relación entre el ilustre filósofo Miguel de Unamuno, y el infausto creador de la Legión española, y su famoso enfrentamiento: «Usted vencerá, pero no convencerá», mientras que el nefando falangista echaba mano a la funda de su pistola.
«La trinchera infinita», del trio vasco Aitor Arregi, Joan Garaño y José Mari Goenaga, una mirada al terrible mundo de los «topos», los vencidos del 39 que hubieron de refugiarse en zulos para evitar así la sangrienta represión franquista. Mundo que, por cierto, recrearon de primera mano los periodistas de raza Manu Leguineche y Jesús Torbado.
«Atlantique», del senegalés Mati Diop, uno de los escasísimos ejemplos del pujante cine africano que ha sido posible ver en Donostia. Gran Premio del Jurado de Cannes, nos acerca a la historia de Ada, una adolescente, enamorada de Soulemanine, pero prometida por su familia a otro hombre. A destacar la mirada de la joven actriz Ibrahima Mbaye.
«Amazing grace», de Alan Elliott y Sydney Pollack. Decepcionante film acerca de la enorme cantante de «soul» Aretha Franklin, mejor dicho, sobre uno de sus agotadores e inacabables recitales de «góspel». Muy lejos, por desgracia, del «biopic», se milita a reflejar la actuación de la cantante («I say a little prayer», «Respect»…) en una iglesia enfervorizada de Los Ángeles.
Ciclo Roberto Gavaldón. La única sección salvable en su totalidad del Zinemaldia. Recuperación de una larga, prolífica y brillante filmografía de unos de los directores mexicanos más olvidados y desconocidos en este país (y en muchos otros). 19 filmes proyectados, de gran calidad humana y técnica. Cine de otra época, del que ya no se hace.
Y es que en el cine moderno, como en muchos de sus festivales de campanillas, predomina hoy la inconsistencia, la vulgaridad, el papanatismo, el excesivo «glamour» (encanto), el juego del famoseo y del comercial marketing. Y falta profundidad, seriedad, rigor, investigación y algunos etcéteras más. Con perdón.