Jazz Batá 2, el primer álbum del compositor, pianista y director de orquesta Chucho Valdés para el sello Mack Avenue Records, marca un nuevo auge de creatividad para el artista cubano, incluso mientras retoma el concepto de grupo pequeño de su álbum cubano de 1972, Jazz Batá. Al álbum original, en el momento del lanzamiento, se le consideró experimental en ese momento. Era un trío sin batería con dos virtuosos que luego serían miembros fundadores de Irakere: Carlos del Puerto (bajo) y Oscar Valdés (tambor batá).
Grabado en dos días y medio en el estudio de John Lee en Nueva Jersey, Jazz Batá 2 es a la vez rítmico y lírico. «Apliqué a mis solos los diferentes ritmos del batá«, dice Chucho. «El piano es, por supuesto, un instrumento armónico, pero también es percusivo, y puedes tocar percusión con él«.
Valdés dejó de lado el formato de grupo pequeño impulsado por batá a raíz de la explosiva popularidad de Irakere en 1973, pero siempre ha querido volver a él. Ahora lo ha hecho con Jazz Batá 2, «con más recursos, en todos los sentidos«, dice, «con un panorama más amplio«.
Los tres músicos de apoyo, Yaroldy Abreu Robles, Dreiser Durruthy Bombalé y Yelsy Heredia, son de la región de Guantánamo y tienen profundas raíces en la cultura musical cubana, además de estar formados en el conservatorio. Yelsy y Dreiser crecieron juntos, asistieron juntos a la escuela de música, se graduaron juntos y han estado tocando música lado a lado, literalmente, toda la vida. Yaroldy, quien toca una amplia variedad de tambores (congas, batá, bongó, percusión orquestal) ha trabajado con Valdés durante 20 años. «Él siempre sabe lo que voy a querer hacer«, dice Valdés.
Jazz Batá 2 también marca el centenario del difunto padre y maestro de Chucho Valdés, Ramón «Bebo» Valdés (n. 1918). Estos dos gigantes de la música cubana compartieron cumpleaños, el 9 de octubre, por lo que el número 100 de Bebo será el número 77 de Chucho. Entre los dos, han ejercido una influencia musical fundamental desde la década de 1940. La creación por parte de Bebo de la batanga comercialmente fracasada pero artísticamente exitosa, que combinó los tambores batá con una banda de jazz de última generación, fue una inspiración directa para el jazz de Irakere impulsado por el batá, así como para Jazz Batá y su continuación.