Eliane Elias
Made in Brazil» (Concord Jazz, 2015)
Envejecer es pecado capital para las mujeres. Peor aún para las que están en el mundo del espectáculo. Una mujer hermosa que ve los años pasar no vive de pasadas glorias. El presente es hoy. No las queremos con rostros agrietados. No, no es lo deseado por el universo del celuloide y la obsesión de Hollywood por la juventud como paradigma. Y Hollywood pauta nuestras vidas.
En este panorama aparece Eliane Elias, 55 años encima, con su nueva grabación y su imagen como trampa.
Arrugas a un lado, Eliane es una exquisita pianista que desde hace unos años también se dedica a cantar. Al cantar, Eliane intenta ampliar su radio de acción, echémosle la culpa a la canadiense Diana Krall, pianista y vocalista. Cantar es acorralar a la palabra hasta el suspiro. Es adentrarse en su cuerpo y poseer la historia que se narra. Que Krall o Elias lo consigan, es otra cosa, pero ambas saben manejar sus limitaciones.
Con «Made in Brazil «, la paulistana busca un segundo aire o inspiración para no repetirse en el mundo de la bossa nova y el jazz. Y se va a Brasil a grabarlo, su tierra, tras vivir en Estados Unidos desde el 1981.
En el repertorio, hay unos temas del cancionero brasileño que estan propenso a poca novedad. Además, la velada sufre de caer en una música propia para una oficina de dentista o para decorar una noche de tragos donde la música es mero adorno. Así pasan sin mucho efecto «Aquarela do Brasil»(Ary Barroso) y «Waters of March»(Antonio Carlos Jobim). Aunque en esta última hay que resaltar que la participación del grupo vocal Take 6 le inyecta un etéreo efecto que simula el sonido de un órgano.
Roberto Menescal, uno de los esenciales de la bossa nova y sus años dorados, le da una mano en «Vocé», composición propia de Menescal, tanto en la guitarra y en la vocalización. Eliane exhibe en su piano unas cascadas de notas sobrecogedoras, pero muy breves. Uno espera que Eliane establezca diálogos entre sus dos manos más prolongados. La compenetración entre Menescal y Elias es atinada. Hermosa, pero no abrumadoramente.
En otra pieza como «Driving ambition», una pieza original de la pianista, no logra desprenderse del aroma de los Beatles y su célebre «Drive my car» por momentos.
El álbum discurre de manera calmada, nada sobresaltado y adolece de un forcejeo musical anhelado de sus partes que debiera ser el catalizador. El uso de los arreglos de cuerdas y orquestales por Rob Mathes y la producción en general es impresionante. Ed Motta y su hija Amanda Brecker también son parte de los invitados, pero en roles limitados.
Eliane está a cargo de los arreglos y seis canciones son de su autoría. Aparte de estar involucrada en la producción junto a su marido, el bajista Marc Johnson y Steve Rodby. Eso prueba la valía de Eliane como un artista de una amplia visión. No se puede poner en duda el talento de esta mujer. Sin embargo, el asunto es trascender y marcar una ruptura con lo que ya se ha hecho. Y «Made in Brazil» no lo consigue.