El jazz descafeinado o lo que identifican como “smooth jazz” se ha convertido en el sello gomigrafo de la música pop. En los últimos años, incapaz de sostenerse en sus propios pies, este género acude como nunca a lo pop y evade levantar su propio legado. Ese reciclaje de lo ya conocido esta al orden del día en todos los estratos de la producción cultural tanto como en la industria cinematográfica y como en la música pop que se imita a sí mismo.
El ejercicio del reciclaje es la norma. Este género que se cobija bajo el jazz contemporáneo resulta en la banda sonara de las salas de esperas, reuniones informales y salas de aeropuertos. Es como si no ameritara la atención cercana del oyente. Su naturaleza es servir de decoración para sus más connotados críticos.
Hoy, el jazz contemporáneo se reparte entre ese ejercicio de barato reciclaje y algunas manifestaciones más auténticas. Hoy varios álbumes merodean por estas comarcas. No hay dudas que como productos intentan (y lo ha conseguido) recrearse en los malabares de la publicidad. Este estilo es vapuleado hasta la saciedad por la mayoría de los críticos. Sin embargo, toda unanimidad siempre es sospechosa. El smooth jazz sigue teniendo eco en un público y siempre es inquietante saber por qué.
Hay algunas verdades que explican el fenómeno. La experiencia de apreciar esta música en directo es más gratificante que el disco mismo. Algunos de estos músicos son grandes comunicadores, interactúan con el público y son excelentes músicos. Las producciones son inmaculadas con astutos músicos que saben utilizar el estudio de grabación. Hay otras razones fuera de lo artístico que también podría explicarlo. Sin entrar mucho en su valorización, he aquí algunos lanzamientos recientes.
David Koz and Friends – “Summer Horns” (Concord)
David Koz y los saxofonistas Gerald Albright, Mindi Abair y Richard Elliot aúnan esfuerzos. El colectivo retoma piezas populares estadounidense en los géneros del R&B, soul, funk y rock donde la secciones de metales eran impactantes. Así aderezan canciones de Sly &The Family Stone, Tower of Power, Earth, Wind & Fire, Chicago, James Brown, Stevie Wonder, Herb Albert y Blood Sweat & Tears. Las nuevas versiones resultan algo reiterativas, con pocos momentos sorpresivos pero con una sonoridad moderna y el atractivo de los metales esta latente. De todas las relecturas, es la versión de una pieza de jazz como “Take 5” (Paul Desmond) lo más provocador con la entrada de los saxofones al inicio. La pieza es impresionante. La mayoría de las piezas son harto conocidas y esa familiaridad lleva al público a identificarse y a tararear el repertorio
BWB – “Human Nature” (Heads Up)
Rick Braun (trompeta), Kirk Whalum (saxofón) y Norman Brown (guitarra) conforman BWB y siguen la práctica del reciclaje con la música de Michael Jackson y de Jackson 5. La familiaridad que tiene el oyente con el legado de Jackson lleva a la identificación inmediata con la jornada independiente de la originalidad en los arreglos. Retomar la música de Jackson está muy en boga. Hace poco ha sido reinterpretado por Enrico Rava y Joey de Francesco, entre otros tantos.
Lo que hace BWB es darle unos giros fuera de su ritmo original a las piezas. Por ejemplo, la canción “Human Nature” trata de tomar otra vereda fresca en un tempo lento con la intérprete Sheléa. “Beat it”, por otra parte, toma un giro de ska. Otra como “Shake your body” tiene ese golpe rítmico contagioso con un montuno de piano. No importa, al final el oyente queda enganchado con la melodía conocida. Y cuando se mira el aporte, poco queda para destacar desde el ángulo jazzístico, pero desde el lado pop estos temas se rejuvenecen al igual que los de Dave Koz.
Jeff Lorber Fusion – “Hacienda” (Heads Up)
El tecladista Jeff Lorber es uno de los pocos jazzistas contemporáneos que concita nuestra atención. Sus trabajos circundan la frontera de un jazz moderno ingenuo y audaz y otro apagado e insípido. Siempre nos garantiza algo que valga la pena. Y cuando vuela alto, se convierte en un merecido abanderado del jazz fusión.
El soporte de Lorber es el bajista Jimmy Haslip y el saxofonista Eric Marienthal junto unos refuerzos de probada calidad como Jean Luc Ponty, Vinnie Colaiuta, Dave Weckl, entre otros.
El hervidero vivaz de “Corinaldo” es contagioso, con una guitarra vibrante y penetrante. David Mann dispara una sección de vientos certera y Lorber retoza con el teclado y luego dispara la claridad sonora del piano.
Otro tema a destacar es “King Kong” que se nutre de una percusión africana sintética, los guiños del teclado bullen por doquier de fascinante manera, entra el violinista francés Jean Luc Ponty y el espacio se llena con marimba en el fondo de Ed Mann. Sin embargo, Lorber nos deja esperando por más en los otros temas. Es un eterno amagar y no dar.
En resumen, llover sobre mojado es la característica de la industria del consumo. Y aunque guerra avisada no mata soldado, pocos se darán por aludidos.