El primer día nos trasladamos a la isla de Talang-Talang Besar, un santuario para la reproducción de tortugas marinas. El acceso a esta pequeña isla, que forma parte del parque nacional de Talang-Satang, está estrictamente controlado: hasta hace poco no se podía visitar y hoy se hace en grupos que no superan las 6 personas. Los visitantes de estas islas de las tortugas no van solo a ver el paisaje ni a contemplar a los animalitos, sino que deben involucrarse en la tarea que realiza el personal de la Corporación Forestal de Sarawak (Sarawak Forestry), entidad oficial encargada de gestionar estos espacios naturales.
En otro espacio en la playa, vallado y habilitado a modo de criadero, se vuelve a cavar un agujero en el suelo similar al que hizo la tortuga, de algo más de medio metro de profundidad, para depositar allí los huevos.
El hecho de dejarlas en la arena y que ellas recorran un trecho para alcanzar el mar en lugar de depositarlas directamente en él tiene que ver con el proceso de impronta, que hace que puedan recordar, localizar y volver muchos años después a la isla donde nacieron.
Al día siguiente tuvimos la oportunidad de visitar otro parque nacional, el de Bako, el más antiguo del territorio, donde se conservan ejemplos de prácticamente todos los ecosistemas del país, exceptuando el de montaña. Ya fuimos advertidos de que la contemplación de la fauna salvaje no iba a entrañar grandes dificultades, dado que los animales están acostumbrados a la presencia humana y no se asustan fácilmente, por lo que era frecuente cruzarse con jabalíes barbudos y macacos. Más esquivo era el icónico mono narigudo, endémico de la isla de Borneo, aunque también se dejó ver a lo lejos.
Fueron, sin duda, maravillosas experiencias: participar en la tarea de recuperación de las tortugas marinas, poder bucear por los coloridos bancos de coral, contemplar la exuberante fauna y vegetación de la isla. Claro está que el propósito era ofrecer una imagen de política proteccionista avanzada y eficaz, con iniciativas indiscutiblemente loables, como la protección de la tortuga marina, antaño expoliada y todavía amenazada. Pero si miramos y escuchamos un poco más allá de los espacios protegidos y del discurso oficial, la realidad es mucho más preocupante, con una imparable deforestación, sin que falten tampoco las denuncias de implicación de altos cargos ligados a las instituciones, ni denuncias también de abusos hacia las comunidades indígenas y de destrucción de su entorno y medios de vida, así como casos de censura a periodistas que han informado de estos hechos.
Esperamos que iniciativas ya consolidadas como el Rainforest World Music Festival o la recién nacida Borneo World Music Expo, con lo que suponen de intercambio y conocimiento mutuo, incluyendo la apreciación por parte de los visitantes de las culturas y las maravillas naturales de aquellas tierras, contribuyan a que Sarawak emprenda decididamente una política integral de defensa de la naturaleza, no solo en las áreas protegidas, y siga siendo un lugar donde pueblos, lenguas y expresiones tan diversas puedan ser respetadas y seguir conviviendo, desarrollándose y enriqueciéndose.
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