Fallece Baba Salama, uno de los mejores guitarristas saharahuis

Autor: Manuel Domínguez

Baba Salama

En el pasaporte de Baba Salama Said pone que nació en Orán el 14 de enero de 1969. Es un pasaporte argelino, de conveniencia, para dar un soporte legal a alguien que vive en un campamento de refugiados, reconocido por la ONU. Pero lo cierto es que Baba Salama nació en esa fecha, pero en Auserd, el Auserd auténtico, el ocupado por Marruecos junto con el resto del territorio del Sahara Occidental.

Como tantos otros saharauis se vio forzado al exilio cuando Marruecos y Mauritania con el beneplácito de España se repartieron la antigua colonia española. Era un niño de apenas seis años y tuvo que soportar el horror de la guerra, la huida terrible y un cambio de vida que difícilmente podía entender. El único consuelo era el de sentirse arropado por la familia y los suyos cuando en unas tiendas levantadas en medio de un pedregal, en la Hamada argelina, se establecieron los campamentos con los refugiados saharauis.

El núcleo de población que sirve como antesala de los campamentos se llama Rabouni y está cerca de Tinduf. Allí están situadas numerosas dependencias oficiales de la burocracia de la RASD. Y fue allí en Rabouni donde Baba Salama formó su primer grupo musical en el que trataba ya de compaginar las canciones tradicionales con otras de inspiración más moderna. Junto él estaba su compañero Boika Hassan (hermano de Mariem Hassan) tocando también la guitarra, Tayeb al bajo, Gringo a la batería, y Ali Chej y Jalihena al canto. El grupo se llamaba Naji.

Cuando en enero del 98, un equipo de músicos y productores visitó los 4 campamentos saharauis realizando grabaciones en cada uno de ellos, Baba Salama no se hizo notar pues no estaba integrado en ninguno de los grupos oficiales de música tradicional que funcionaban en cada una de la wilayas. Fue por casualidad cuando, haciendo ya las maletas para el regreso a España, el equipo de grabación dio con él en un cobertizo que utilizaban como local de ensayo en Smara. Con él estaba Mohamed Salec tocando la tidinit, Husein con una flauta muy sencilla, Fatata, una percusionista, dándole con una mano al tebal y con otra a una conga, y Shueta, una cantante excepcional que andaba afónica y se limitó a tocar unas claves. La forma de darle a la guitarra de Baba era muy diferente a lo que el equipo había escuchado durante las dos semanas de permanencia en el desierto. Acostumbrado al toque de Nayim Alal, que se había convertido casi en el guitarrista oficial de la expedición, encontró el toque de Baba Salama, con su guitarra española, extremadamente dulce, y decidió grabar allí mismo, improvisadamente, un tema instrumental, ya que la cantante, Shueta, no podía articular una palabra. Aquella “Danza de Smara” quedó registrada en el album “A pesar de las heridas”, dedicado a las mujeres saharauis, y en él junto a la guitarra de Baba se siente el desierto en el trote de los camellos que el ritmo recrea. En la grabación se aprecia también un cierto aire occidental fruto de las inquietudes que más adelante dejará libres el guitarrista.

Poco tiempo después, Baba Sala se casó con una saharaui y se vino a vivir a Sevilla. Así pudo participar en un disco que se fue grabando a salto de mata en Madrid. Al ser la capital de España la base para las distintas giras que los saharauis de Leyoad hacían por Europa, se iban completando sesiones en los estudios Axis, según que músico o cantante participara en la gira correspondiente. Baba se había ganado la confianza de Mariem a quien conocía del campamento de Smara. Él en los campamentos vivía entre Auserd, donde reside su madre, y Smara, donde reside su padre.

En 2002 se publicó el disco que lanzaría a Mariem Hassan al estrellato: Mariem Hassan con Leyoad. En los créditos aparece como uno de los guitarristas que más canciones compuso o arregló del disco. A la hora de tocarlo en directo, finales del 2003 y todo el 2004, se pudo por fin formar un grupo estable en el que Mariem desarrollase plenamente su arte. Baba Salama, por entonces ya divorciado, se dedicó en cuerpo y alma a darle forma al proyecto con Boika Hassan a la segunda guitarra, Mariem cantando, y con una percusionista y bailarina, completando el grupo. Esta será Fatta Sadaf, para los conciertos en España, y Vadiya mint el Hanevi, para los de fuera.

En Mariem Hassan con Leyoad donde más se nota la presencia de Baba Salama es en el relajo que imprime a muchas canciones. La música tan a menudo agresiva de los saharauis se vuelve tranquila, con esa suavidad que solo los viejos bluesmen dominan.

En 2003, se publicó Nar, el disco de su amigo Nayim Alal. De nuevo Baba se volcó, de modo que las visiones del poeta y guitarrista de El Aiun tomaran cuerpo. La fuerte personalidad musical de Nayim lo domina todo, pero Baba disfrutó viendo cómo por fin músicos saharauis eran capaces de plasmar en un disco muchas de las ideas que durante años venían persiguiendo.

El siguiente trabajo en el que participó es Medej, del 2004. Por primera vez los saharauis publicaban un disco íntegramente dedicado a cantos a Mahoma. Un disco muy particular en la que la idiosincrasia del pueblo saharaui quedaba al descubierto por la forma de cantarle al profeta; tan distinta a otras áreas del Islam. En este disco, donde el blues del desierto se va haciendo cada vez más patente, Baba y Nayim Alal grabaron un tema titulado “Mijairis”. Este nombre responde al del instrumento que Nayim se inventó. Baba lo tocó y Nayim le acompañó con una tidinit. Una delicia en la que el carácter bondadoso de Baba Salama respiraba en cada nota.

Para ese año el proyecto de Mariem Hassan estaba ya totalmente perfilado. En los más de cincuenta conciertos que dieron por toda Europa probaron el nuevo estilo, perfeccionaron las canciones, recuperaron temas antiguos a los que dieron nueva vida, plasmaron una versión escalofriante de “La intifada”, la canción más famosa de Mariem Hassan, y se lanzaron sin ningún prejuicio a mezclar el haul con el blues, el country o lo que consideraran oportuno en beneficio de la música de Mariem. El funcionamiento preciso del cuarteto llegó a unos límites que nunca ningún grupo saharaui ha alcanzado. Solo cuatro personas eran capaces de resumir el espíritu del haul y proyectarlo hacia el futuro con una autoridad apabullante. Y además, gozando en el escenario con su música, y transmitiéndoselo a un público que normalmente no entendía ni una palabra del hassanía en el que canta Mariem.

La grabación de Deseos, fruto del intenso trabajo del 2004, fue rápida y sencilla. Las ideas estaban muy claras. Baba Salama asumió de arriba abajo la dirección musical del disco sin olvidar detalle. Ahí está plasmado todo su saber musical y toda su humanidad. Le ha dado a Mariem lo que ella necesitaba para sentirse cómoda y segura. Y ella ha cantado como nunca.

En el recuerdo queda el concierto ofrecido en Helsinki, en pleno invierno, y el último de todos, en Lieja, el 18 de marzo. El lunes siguiente, Mariem ingresó en un hospital en Sabadell para plantarle cara a un cáncer de mama del que está aún en fase de rehabilitación.

Baba Salama aprovechó el parón impuesto por la enfermedad de Mariem para volver a los campamentos. Lo hacía siempre que podía. Al regresar a España en pleno verano, todo se precipitó. Una leucemia en fase muy avanzada estaba acabando con su vida. El 24 de agosto, a las seis y media de la mañana, su corazón ya no daba más de sí. La pequeña comunidad saharaui de Pamplona llevaba un mes con el alma en vilo pendiente del guitarrista que se les iba. El domingo 28 su cadáver volvió a los campamentos con el avión en que regresaban los niños saharauis que han pasado el verano invitados por las familias españolas. En Sevilla queda su hijo, el pequeño Hamad Baba Salama, de apenas cuatro años. Su pasaporte es español.

Hugo Westerdahl, guitarrista y director de los estudios Axis, en los que Baba Salama ha grabado prácticamente toda su obra, guarda esta imagen de él:

Trabajar con Baba Salama fue para mi un verdadero placer. Aunque debería hablar de sus habilidades como guitarrista tengo que decir, en primer lugar, que ha sido uno de los caracteres mas gentiles, abiertos y generosos que he conocido. Congeniamos desde el principio y la grabación transcurrió siempre en el terreno del entendimiento mutuo. Tanto es así, que en varias ocasiones intercambiamos los instrumentos, a veces sólo para una frase o una pequeña idea. Tal era su generosidad y su falta de egocentrismo.

Como guitarrista tenía las cualidades de un verdadero bluesmen: fraseo, ritmo, intuición, estilo, y sobre todo esa manera de hacer que las cosas más difíciles parezcan las más fáciles. Además, tenía una visión moderna de la música de su pueblo, y en su manera de tocar las partes rítmicas era puro funk, tenía esa cualidad hipnótica. En sus solos combinaba con total libertad las gamas de la música saharaui con los fraseos más rancios y genuinos del blues afroamericano, y podías escuchar a John Lee Hooker o a B.B. King hablando por sus manos. Y, sorprendentemente, con la guitarra acústica era delicado, con un sonido redondo y un volumen muy bajo, casi como si estuviera acariciando las cuerdas”.

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