Flamenco rancio y rebelde

El Cabrero - Foto de Angel Manuel Hernandez Montes
El Cabrero
Jardines de Sabatini, Madrid
31 de julio de 2011

Gran recital de cante vivimos la noche del 31 de Julio en Madrid, para finalizar el mes que mejor que escuchar a la inconformidad del cante flamenco puesta en la garganta recia de José Domínguez. Con una puntualidad extrema y prácticamente con todas las localidades vendidas apareció la áspera imagen de El Cabrero. Con su sombrero, sus barbas, sus botas camperas, pantalón y camisa negra, y acompañado del guitarrista Rafael Rodríguez, venían dispuestos a presentarnos su último trabajo «Pastor de Nubes» intentándolo interpretar tal y como suena el disco en nuestra casa.

Tras quince años sin grabar, el cantaor de Aznalcóllar quiso plasmar en este último trabajo toda su pasión atendiendo a los palos del flamenco más estrictos y complejos, hecho con la paciencia que su profesión requiere.

Arrancó con una mariana, «El río de los flamencos», para continuar con una serrana dedicada a Miguel Hernández, «De cabrero a cabrero». El Cabrero ha conseguido un emblema de pureza y sobriedad valorado por todos los buenos aficionados. Sus dos profesiones intercaladas, sin olvidar su activismo político hace que mucha gente lo vea como un icono popular. Sus cantes reivindican la lucha de la gente humilde usando en muchas ocasiones metáforas del campo.

Su relación directa con el mundo rural, la reflexión de tantas horas en soledad con el ganado nos brinda temas tan singulares como «Que rebelde la hizo el suelo» pudiendo llevar el texto con un lúcido ingenio a cualquiera que esté sufriendo alguna injusticia sin causa alguna.

El Cabrero y Rafael Rodríguez - Foto de Angel Manuel Hernandez Montes
Su fandango republicano lo interpretó con una garra y poderío que seguro retumbó en las paredes del Palacio Real, que estaba detrás del escenario y la catedral de La Almudena, cercana también. Crítica contundente a la monarquía y al clero hizo enarbolar alguna bandera tricolor y poner a más de uno en pie.

La noche continuaba con la toná, un poema de Marcos Ana que se le olvidó la letra mientras lo interpretaba y, como rectificar es de sabios, lo reconoció por viva voz y continuó, la zambra Carcelero de Manolo Caracol. Cómo canta la zambra José, Ole!!!.

La perfecta labor del guitarrista Rafael Rodríguez arrancó en varias ocasiones los aplausos del respetable dirigidos expresamente hacia él. La voz le jugó alguna que otra mala pasada y él mismo lo afirmó diciendo «Ay la voz… tengo la voz como un tronco lleno de agua«, recibiendo aplausos del público por su sinceridad.

Con ganas de algún tema más nos quedamos pero el broche final lo puso «Luz de Luna» poniendo a todos en pie y cosechando una calurosa ovación. Algo más de hora y media de cante protesta abarcando los cantes más viejos para hacerlos eternos.

Agradecimientos a Elena Bermúdez por toda la gestión para conseguir las acreditaciones.

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