El Departamento de Turismo de Sarawak ofreció la posibilidad de que un grupo de periodistas de los que asistimos a la Borneo World Music Expo y el Rainforest World Music Festival realizáramos un recorrido de dos días por algunos de los parajes naturales del país.
El primer día nos trasladamos a la isla de Talang-Talang Besar, un santuario para la reproducción de tortugas marinas. El acceso a esta pequeña isla, que forma parte del parque nacional de Talang-Satang, está estrictamente controlado: hasta hace poco no se podía visitar y hoy se hace en grupos que no superan las 6 personas. Los visitantes de estas islas de las tortugas no van solo a ver el paisaje ni a contemplar a los animalitos, sino que deben involucrarse en la tarea que realiza el personal de la Corporación Forestal de Sarawak (Sarawak Forestry), entidad oficial encargada de gestionar estos espacios naturales.
Cuando llegan las 6 de la tarde, poco antes de la puesta de sol, ya no está permitido el acceso a la playa, con objeto de permitir que las tortugas accedan a ella sin interferencias para depositar sus huevos. Ya caída la noche, la tarea consiste en localizar las tortugas que han ido llegando y señalizar los lugares de puesta, para así localizarlos una vez que regresen al mar. Después hay que cavar para recuperar los huevos y ponerlos a salvo de posibles predadores.
En otro espacio en la playa, vallado y habilitado a modo de criadero, se vuelve a cavar un agujero en el suelo similar al que hizo la tortuga, de algo más de medio metro de profundidad, para depositar allí los huevos.
Una vez recubierto con arena el agujero, se coloca una pequeña cerca que impida el acceso de predadores y que se escapen también las tortuguitas que saldrán a la superficie al cabo de un mes. De este modo, cuando esto ocurre, es posible llevar un registro de las tortugas nacidas en cada nido, que luego son trasladadas a la orilla, para que alcancen ellas mismas el mar, con la última precaución de revisar la zona previamente para evitar la presencia de posibles predadores, como el llamado cangrejo fantasma.
El hecho de dejarlas en la arena y que ellas recorran un trecho para alcanzar el mar en lugar de depositarlas directamente en él tiene que ver con el proceso de impronta, que hace que puedan recordar, localizar y volver muchos años después a la isla donde nacieron.
Fue particularmente emocionante extraer y poner a buen recaudo los 111 huevos que depositó nuestra tortuga y también llevar a las tortuguitas recién nacidas a la orilla para que pudieran alcanzar a salvo las aguas del Mar de la China Meridional. Después deberán nadar durante 36 horas seguidas hasta alcanzar los límites del arrecife de coral, donde podrán proveerse de la alimentación necesaria para iniciar con fuerza los muchos años de aventura marina que tendrán por delante.
Al día siguiente tuvimos la oportunidad de visitar otro parque nacional, el de Bako, el más antiguo del territorio, donde se conservan ejemplos de prácticamente todos los ecosistemas del país, exceptuando el de montaña. Ya fuimos advertidos de que la contemplación de la fauna salvaje no iba a entrañar grandes dificultades, dado que los animales están acostumbrados a la presencia humana y no se asustan fácilmente, por lo que era frecuente cruzarse con jabalíes barbudos y macacos. Más esquivo era el icónico mono narigudo, endémico de la isla de Borneo, aunque también se dejó ver a lo lejos.
Fueron, sin duda, maravillosas experiencias: participar en la tarea de recuperación de las tortugas marinas, poder bucear por los coloridos bancos de coral, contemplar la exuberante fauna y vegetación de la isla. Claro está que el propósito era ofrecer una imagen de política proteccionista avanzada y eficaz, con iniciativas indiscutiblemente loables, como la protección de la tortuga marina, antaño expoliada y todavía amenazada. Pero si miramos y escuchamos un poco más allá de los espacios protegidos y del discurso oficial, la realidad es mucho más preocupante, con una imparable deforestación, sin que falten tampoco las denuncias de implicación de altos cargos ligados a las instituciones, ni denuncias también de abusos hacia las comunidades indígenas y de destrucción de su entorno y medios de vida, así como casos de censura a periodistas que han informado de estos hechos.
De hecho, sobre todo en los primeros días de nuestra estancia, pudimos respirar la deforestación. Las humaredas levantadas por los incendios provocados en la vecina isla de Sumatra, en Indonesia, dispararon las alarmas, llegándose a niveles de riesgo para la salud pública, no solo en zonas de la propia Indonesia, sino también en Singapur, anegada durante días por el humo, así como diferentes en ciudades y regiones de la Malasia peninsular, Malaca y Johor Bahru entre ellas. Dichos incendios, la mayoría provocados, tienen lugar todos los años en la temporada seca, pero este año han alcanzado máximos históricos. En estos últimos años, la fiebre deforestadora se ve impulsada por la expansión de las plantaciones de palma aceitera, destinada principalmente a la producción de biodiésel. Como oímos comentar a un portavoz indígena: “vivimos en la triste paradoja de ver cómo nuestro entorno es destruido… para fabricar un combustible supuestamente verde”.
Esperamos que iniciativas ya consolidadas como el Rainforest World Music Festival o la recién nacida Borneo World Music Expo, con lo que suponen de intercambio y conocimiento mutuo, incluyendo la apreciación por parte de los visitantes de las culturas y las maravillas naturales de aquellas tierras, contribuyan a que Sarawak emprenda decididamente una política integral de defensa de la naturaleza, no solo en las áreas protegidas, y siga siendo un lugar donde pueblos, lenguas y expresiones tan diversas puedan ser respetadas y seguir conviviendo, desarrollándose y enriqueciéndose.
Lée los dos artículos anteriores: